miércoles, octubre 15


El agua apaga el fuego y al ardor los años, amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño. Y cada vez peor, y cada vez más rotos, y cada vez más tú, y cada vez más yo, sin rastro de nosotros. Ni inocentes, ni culpables, corazones que desbroza el temporal, carnes de cañón. No soy yo, ni tú, ni nadie, son los dedos miserables que le dan cuerda a mi reloj. Y no hay lágrimas que valgan para volver a meternos en el coche donde aquella noche en pleno carnaval te empecé a desnudar